Los agricultores de Valencia recordaron durante mucho tiempo el que se llamo Día de la Helada, 2 de febrero de 1956, en el que sucumbieron casi todos los naranjos de la región. Al día siguiente nací yo, con buena parte de la ciudad nevada. Mi padre, natural de Benissa, había estudiado la carrera de Derecho en Madrid y asistido en primera fila a casi todas las vicisitudes de la II República, que según contaba en familia proclamó personalmente – en serio – ante el edificio de la Telefónica el 14 de abril, mientras se vitoreaban los resultados que iban llegando de las capitales, dio una peseta a un acordeonista ciego para que tocara la Marsellesa. Sonaron gritos de ¡viva la República!, justo entonces apareció la bandera tricolor en lo alto del edificio y la gente se puso en marcha hacia el palacio real. Según mi padre de no haber sido por la peseta y el acordeón no habría cambiado el régimen. También me gusta recordar que mi abuelo materno Carlos García Vallejo, militar africanista, fue durante la guerra coronel de las fuerzas leales y entre otros lances dirigió la toma del Santuario de la Cabeza.
En 1978 acabé Derecho en Valencia y completé la mili en Alcalá de Henares (mis nietos aseguran que no tienen miedo del lobo porque el abuelo es un ¡sargento!). También me tocó retirarme del rugby (Tatami R.C., las dos últimas temporadas en Liga Nacional), aunque dicen, y estoy convencido, que este deporte imprime carácter para siempre.
En 1981 completé la oposición de notarías y me casé con Carmina. Los hijos fueron llegando, hasta cuatro – como me gusta mencionarlos, son Marina, Laura, Belén y Fran– y la relación de nietos va por el número siete. He ejercido de notario: tres años en Algemesí, cinco en Lérida y van veintisiete en Valencia. El trabajo deja poco tiempo libre pero a cambio depara una plataforma impagable sobre la realidad de las personas y una galería de personajes aprovechables para las novelas, que desde luego exploto con las transformaciones debidas para hacerlos irreconocibles.
En 1983 se publicó la primera novela, “Caballo verde”, sobre la rebelión de los moriscos valencianos contra el bando de expulsión; manifiestamente mejorable, porque siempre hay que pagar la novatada, pero, dentro de su ámbito más bien local, acogida en la zona que le sirvió de escenario con un entusiasmo que siempre me ha parecido abrumador. Derivó la voluntad de no sacar otra a la luz hasta que me notase mejorado.
En 1989 había terminado “La esclava de azul”, pensando que cubría el expediente pero sin saber qué hacer con ella, cuando a Carmina se le ocurrió comentarlo al agente de Círculo de lectores que pasó por casa, el cual se llevó el texto. Al cabo de unas semanas recibí una llamada de Círculo para contratar la publicación. En aquellos tiempos la novela española aún funcionaba así. Siguieron otros cuatro libros en Círculo, con reediciones en otros sellos y, durante la estancia en Lérida y después, dos títulos directamente en catalán “El bes de la nivaira”, premio Serra D’Or Novela joven 1991 y Sibil.la, la plebea que va regnar, premio Néstor Luján 2001.
Finalmente me he decidido a crear mi propia web https://librosjoaquinborrell.com/ en la que incluyo doce de mis novelas recuperadas a diferentes editoriales y algunas inéditas. Aprovecho para invitarte a que la curiosees y por supuesto estaré encantado de recibir cualquier noticia tuya.